Nace en Sallent (Barcelona) el 23 de diciembre de 1807. En su juventud sobresalió notablemente como fabricante de tejidos. Movido por divina vocación mudó el estudio de la fabricación por la del sacerdocio.
Recibe la ordenación sacerdotal el 13 de junio de 1835. Es nombrado párroco de Sallent. Estrechos caminos para ya su crecida alma apostólica. Y busca otros nuevos.
En 1839 marcha a Roma para alistarse en la Congregación de Propaganda Fide que le haga Misionero del mundo. No era ese su camino. Quiere ser jesuita, Congregación misionera, y entra en su noviciado de Roma para seguir los pasos de Javier. No es esa la voluntad de Dios. Y Claret ha de volver a sus parroquias, a sus caminos, a sus tapias, aunque se las salte misionando por los pueblos. El 9 de junio de 1841 recibe de Roma el título de Misionero Apostólico, documento que le faculta para poder predicar en todos los lugares, credenciales para todos los púlpitos y todos los confesionarios. Y Claret, fiel a su vocación, poblado de Dios y lleno de siembra, comenzó a misionar. Y misiona durante varios años por toda Cataluña. En 1848, llamado por el obispo de Canarias, recorre durante año y medio aquellas islas, subiendo y bajando a pie aquellos barrancos con prisa de Dios.
Cuando regresa a la Península, llevando en el alma muchos trigales y pocas hoces, funda en Vic, el 16 de julio de 1849, la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María.
El mismo año es nombrado Arzobispo de Santiago de Cuba, recibiendo la consagración episcopal el 6 de octubre de 1850. Llega a Cuba el 16 de febrero de 1851 y la siembra de Dios fue grande y grande la cosecha. Funda las Religiosas de María Inmaculada, Misioneras Claretianas, El 1 de febrero de 1856 es herido gravemente por un asesino, pero no muere por un favor de la Virgen Santísima.
En 1857 la Reina Isabel II le llama a Madrid para hacerle su confesor. Durante once años misiona en la capital de España. Acompaña a los reyes en sus viajes por toda la nación, predicando la palabra de Dios. Apostolado fecundo e impulsado por el amor a Jesucristo, según el lema que llevaba escrito en su escudo arzobispal: Charitas Christi urget nos, la caridad de Cristo nos apremia. La impiedad y las sectas le calumnian y persiguen atrozmente. Acompañando a la Reina camino del destierro, expulsada por la Revolución del 68, se dirige a París. De París va a Roma, donde toma parte activa en el Concilio Vaticano I. El 31 de mayo de 1870 pronuncia su memorable discurso en el aula conciliar.
Por fin, minada su salud, perseguido y desterrado muere en el monasterio cisterciense de Fontfroide (Francia), el 24 de octubre de 1870. Sobre su tumba quedó escrito. Amé la justicia y odié la iniquidad, por eso muero en el destierro.
Pío XI le proclamó Beato el 25 de febrero de 1934. Fue canonizado por Pío XII el 7 de mayo de 1950.
Claret fue ante todo, sobre todo y siempre, MISIONERO, EVANGELIZADOR. Ha pasado a la historia con el renombre de Apóstol del Siglo XIX.